3.2 TRADICIONAL CONSTITUIDA
Introducción
La Tradicional constituida simboliza un modelo educativo enfocado en la impartición de saberes desde el profesor hasta el alumno, quien adopta una función pasiva. Este método ha predominado históricamente en los sistemas de educación y sigue presente en numerosos entornos educativos contemporáneos, lo que supone retos importantes para la comunicación en el ámbito educativo.
Descripción
La educación tradicional constituida se fundamenta en el concepto de que el saber ya está edificado y debe ser transmitido de manera lineal y organizada. El profesor es el pilar fundamental y dominante del proceso educativo, responsable de impartir contenidos predefinidos, mientras que el alumno es un receptor que tiene la tarea de recordar y replicar estos saberes. Este modelo se basa en una perspectiva enciclopedista del conocimiento, en la que el aprendizaje se evalúa en base a la cantidad de información guardada.
Históricamente, este método ha experimentado un notable crecimiento desde el siglo XIX, motivado por patrones prusianos y escolásticos que valoraban el orden, la disciplina y la uniformidad en la educación. En lo que respecta a la comunicación educativa, la interacción suele ser unilateral: el docente transmite el mensaje y el alumno lo recibe, sin promover un diálogo reflexivo ni la implicación activa del estudiante.
Aplicaciones en el ámbito educativo
En la realidad, este modelo se refleja en clases magistrales, libros de texto como únicas fuentes de información, evaluaciones fundamentadas en la repetición de contenidos y un uso limitado de herramientas interactivas. Por ejemplo, en una clase de matemáticas convencionalmente organizada, el profesor expone fórmulas en el pizarrón mientras los estudiantes reproducen y después realizan ejercicios parecidos, sin un análisis o contextualización más exhaustivos.
A pesar de ser objeto de críticas por su rigidez, este método sigue siendo habitual en sistemas educativos altamente organizados o con numerosos estudiantes, dado que facilita un control eficaz del aula y la extensión de programas amplios. En contraste con la Tradición activa, restringe el desarrollo de competencias críticas, pero promueve la normalización de contenidos y la valoración imparcial.
Análisis crítico y reflexivo
Entre sus beneficios, sobresale la claridad en la estructuración del saber y la sencillez para administrar grupos de gran envergadura. Además, ofrece una base firme de saberes en campos donde se necesita exactitud conceptual. Sin embargo, tiene ciertas restricciones: impide la creatividad, la implicación y la independencia del alumno, lo que podría impactar en su motivación y aprendizaje profundo.
En mi trayectoria educativa, he participado en procesos donde este método era predominante. A pesar de que admito que me facilitó obtener ciertos conocimientos de manera organizada, también experimenté una desvinculación con los contenidos, al no poder vincularlos con mis intereses ni involucrarme de manera activa. Creo que, aunque puede poseer un valor educativo inicial, es imprescindible enriquecerlo con metodologías más inclusivas y activas para atender las demandas del siglo XXI.
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